VERDADES Y MITOS ACERCA DE LOS MEDICAMENTOS PSIQUIÁTRICOS
Advertencia:
El contenido de este documento intenta establecer un diálogo entre el lector y el autor con el fin de informar de la forma más sencilla posible acerca del tema con base en el estudio y experiencia del autor. No representa un documento estrictamente científico y no sustituye la atención individualizada por parte del profesional de salud mental.
¿QUÉ SON LOS PSICOFÁRMACOS?
Los psicofármacos o medicamentos psiquiátricos son aquellas sustancias que se administran al organismo por alguna vía determinada (oral, intramuscular, intravenosa, etcétera) y que su principal sitio de acción es el Sistema Nervioso Central, en especial, el encéfalo (aquello que comúnmente llamamos cerebro). La principal intención al recetar psicofármacos es que éstos actúen sobre las neuronas del encéfalo.
Sin embargo, aunque el cerebro es el órgano con mayor número de neuronas, prácticamente todos los órganos del cuerpo tienen una amplia distribución de neuronas, incluidas desde la piel hasta las vísceras. De hecho, después del cerebro, el tracto digestivo es uno de los aparatos con mayor número de neuronas. Además, el cuerpo está conformado por células de muchos tipos; y la neurona, aunque es una célula muy especializada, es también una célula.
Cuando se administran medicamentos al cuerpo, éstos se distribuyen por todo el organismo (con algunas excepciones). Por ello es fácil entender que al administrar un medicamento, con la intención de que actúe en el encéfalo, pueda tener efectos sobre otros órganos y en otros tipos de células. De allí la creencia popular que reza “Los medicamentos te arreglan una cosa pero te descomponen otra”. La sabiduría popular es acertada en muchas ocasiones, pero en esta ocasión es necesario aclarar que si los psicofármacos tienen algún efecto sobre otros órganos no significa que los esté “descomponiendo”, sino que es reflejo de que nuestro cuerpo es una unidad integrada y que difícilmente encontraremos psicofármacos que no tengan algún efecto sobre el resto del cuerpo.
ENTONCES, ¿LOS PSICOFÁRMACOS INTOXICAN EL CUERPO?
Lo que pasa con los psicofármacos ocurre con prácticamente todos los medicamentos existentes; sin embargo, cada uno de ellos tiene una “predilección” para actuar en un tipo específico de célula u órgano. Es por ello que los psicofármacos, aunque pueden actuar de manera discreta sobre otros órganos, actúan principalmente sobre las neuronas del encéfalo para generar los cambios celulares que ayuden a la resolución de los síntomas.
ENTONCES, ¿TENGO QUE “AGUANTAR” LOS EFECTOS SECUNDARIOS?
La respuesta a la pregunta es: no. Afortunadamente, los efectos secundarios dependen de la forma en cómo se inicia el tratamiento. Habitualmente, los efectos no deseados se evitan cuando las dosis de los psicofármacos se inician fraccionadamente (con dosis pequeñas que van gradualmente aumentando). De dicha forma, los efectos secundarios se minimizan de manera importante. Además, posterior a la toma continua, la mayoría de los efectos secundarios desaparecen. Afortunadamente, la industria farmacéutica continuamente mejora el diseño y la producción de medicamentos cuyos efectos secundarios son cada vez menores.
El inicio del tratamiento con psicofármacos es un paso crítico en el éxito terapéutico ya que es uno de los periodos donde existe un importante riesgo de abandono del tratamiento por parte del paciente. Por ello, es esencial que el médico establezca una relación sólida con el paciente donde la comunicación sea la base de la interacción. El médico debe representar un apoyo para el paciente e informarle ampliamente que los psicofármacos se inician de manera paulatina y que se requiere de una gran dosis de paciencia y tolerancia por parte de todos (paciente, médico y familiares del paciente) porque los efectos benéficos de la mayoría de los psicofármacos aparecen algunas semanas después del inicio de su toma. Son medicamentos lentos pero efectivos.
Cuando preguntaba a mis pacientes el por qué abandonaban la toma de los medicamentos al inicio del tratamiento, ellos respondían: “Doctor, el medicamento me generó efectos secundarios y, además, no me mejoran los síntomas por los que vine. Así que solamente conseguí estar peor y tirar mi dinero a la basura”. Esto ocurre a menudo cuando no se explica ampliamente al paciente que los medicamentos tardan algunas semanas para iniciar las mejoras de los síntomas y que la mayoría de los efectos secundarios son pasajeros.
“¡LAS PASTILLAS PSIQUIÁTRICAS SON DROGAS Y TE HACEN ADICTO!”
El enunciado anterior es el consejo que mi paciente recibió de su “mejor amigo” al enterarse de que fue atendido por el psiquiatra. Nuevamente, la sabiduría popular se equivoca y trataré de explicar los porqués.
Para ello, primero es necesario aclarar que la mayoría de los psicofármacos actúan sobre las células a través de receptores que se encuentran en ellas. Es decir, el fármaco se aproxima físicamente a la célula e interactúa con un receptor que se encuentra sobre la superficie neuronal. Los fármacos tienen la peculiaridad de imitar sustancias (por ejemplo, neurotransmisores y hormonas) que naturalmente utilizan las propias neuronas para comunicarse entre sí.
La principal semejanza entre los psicofármacos y las drogas es que ambos actúan en el encéfalo. Sin embargo, existen profundas diferencias en su mecanismo de acción a nivel celular. En general, las drogas actúan a través de receptores neuronales específicos distintos a los receptores que utilizan los psicofármacos. Sin embargo, existen algunas excepciones en las que una droga y un psicofármaco utilizan el mismo receptor. En esos casos, las cualidades de la droga generan un efecto diferente sobre la célula. Es por ello que, aunque actúen en el mismo receptor, el resultado final es muy distinto.
Otra diferencia esencial es que el efecto placentero al consumir drogas ocurre casi inmediatamente, mientras que los efectos terapéuticos de los psicofármacos (que no generan placer) ocurren a largo plazo. Es decir, habitualmente esperamos que los efectos positivos de un fármaco tarden algunas semanas en aparecer, mientras que los efectos que buscan los consumidores de drogas son inmediatos y pasajeros. Además, el consumo de drogas está encaminado a generar placer o cambiar estados de ánimo displacenteros, mientras que los psicofármacos están encaminados a re-establecer un equilibrio en la comunicación entre neuronas que ha sido alterado en el transcurso de una enfermedad, lo que reditúa en un estado de bienestar saludable. Por ello, es muy importante tener clara la diferencia entre bienestar y placer.
Por su capacidad de generar placer, las drogas pueden ser fácilmente mal-utilizadas de manera descontrolada, por lo que el consumidor queda “enganchado” a ellas. Además, la mayoría de las drogas producen “habituación”, es decir, que la cantidad con la que la persona llegaba a experimentar placer ya no es suficiente después de cierto tiempo y cada vez necesita cantidades mayores de la misma droga o utiliza alguna más potente. También, uno de los efectos a largo plazo de las drogas es el “síndrome de abstinencia” que hace referencia a los efectos físicos y mentales que ocurren cuando los niveles de droga son bajos en el cuerpo una vez que se suspende el consumo cuando el organismo ya se ha “acostumbrado” a la presencia de la droga.
Las drogas, además de disminuir la capacidad de “buen juicio” y generar un fallo en la medición de riesgos durante su consumo, tienen consecuencias graves tanto en el cerebro como en el resto del cuerpo, lo cual las diferencia claramente de los psicofármacos. Entre las consecuencias cerebrales se encuentran la pérdida de la cantidad de neuronas, pérdida de la cantidad de células gliales (células encargadas de nutrir a las neuronas), infartos, entre muchos otros.
Entonces, ¿de dónde nace el mito de que los psicofármacos son drogas? Dicho mito nace de las semejanzas que existen entre ambos tipos de sustancias. Existe sólo un pequeño grupo de psicofármacos que pueden generar placer, mejorar el estado de ánimo displacentero, favorecer la “habituación” y desencadenar un “síndrome de abstinencia”. Es por ello que no es raro encontrar personas que comercian ilegalmente con algunos psicofármacos o pacientes que “abusan” de psicofármacos que consiguen en la farmacia. Sin embargo, la intensidad de los efectos que generan las drogas son mucho mayores comparados con los efectos de los psicofármacos. Haciendo una analogía burda; las drogas son un equipo de autos de Fórmula 1 que fácilmente se salen de control y que acarrean riesgos importantes, mientras que algunos psicofármacos son un grupo de “bochitos” modelo ’81 bien afinados. Dado que también los legendarios “bochos” pueden generar accidentes lamentables, éstos deben ser conducidos por choferes experimentados. Es decir, el uso del pequeño grupo de psicofármacos que comparten algunas características con las drogas deben utilizarse bajo exclusiva orden y estricta supervisión médicas. Quiero ser enfático en que los psicofármacos que comparten algunas características con las drogas son sólo un pequeño grupo, la mayoría de los psicofármacos no las comparten.
“LAS MEDICINAS PSIQUIÁTRICAS SON AMANSALOCOS”
Éste es uno de los mitos más desafortunados que he escuchado. Implica una profunda ignorancia acerca de las enfermedades mentales y conlleva un trasfondo de señalización (estigma) hacia las personas con padecimientos mentales y se utiliza como argumento para ejercer discriminación basada en las condiciones de salud. Es de vital importancia aclarar que el concepto de “locura” es una idea antigua que surgió cuando aún no existía el conocimiento suficiente para explicarse el comportamiento inhabitual de algunas personas. Pese a su antiguo origen, no es raro encontrar aún a personas que atribuyen los síntomas conductuales a una “enfermedad terrible”, a un castigo de divino e incluso a un acto de brujería. Lo cierto es que la mayoría de los padecimientos mentales son bastante bien controlables y en muchos casos los síntomas nunca vuelven a aparecer.
Parte de la resistencia a la toma de medicamentos proviene de este estigma alrededor de las personas con síntomas mentales. Es por ello que los psicofármacos están rodeados de ingeniosos (pero lamentables) mitos como “si tomas esas pastillas quiere decir que estás loco”, “las pastillas las usan para lavarte el cerebro”, “con las pastillas te quitan tu voluntad y tu libertad, te controlan”, “si las tomas, las vas a necesitar por siempre”, y un triste etcétera. Es esencial que los usuarios de los servicios de salud hagan una introspección y exploren si ellos mismos mantienen la creencia en estos mitos. El personal de salud debe ser hábil en reconocer estas creencias para informar con base en la evidencia que dichos mitos no son reales.
“SI TOMO ANTIPSICÓTICOS QUIERE DECIR QUE ESTOY PSICÓTICO”
Una forma de clasificar a los fármacos es por el tipo de efecto benéfico que ejercen. Por ello es frecuente escuchar categorías como “analgésicos”, “antihipertensivos”, “antidiarreicos”, etcétera. Es por ello que es lógico concluir que si tomo un “antidepresivo” es porque tengo depresión.
Esta idea no es del todo cierta. En muchas ocasiones, los fármacos tienen más de una función. El ejemplo clásico es el del ácido acetil-salicílico (Aspirina®), el cual, siendo un analgésico también se utiliza como tratamiento preventivo en enfermdedades cardiovasculares. De hecho, a mediados del siglo pasado cuando aún no se conocían los antidepresivos, los pacientes con tuberculosis que eran tratados con un “antituberculoso” llamado iproniazida mostraban un ánimo optimista y una tendencia hacia un estado de ánimo alegre. De esta forma totalmente accidental se descubrió que existen sustancias que podrían utilizarse para la mejora del estado de ánimo. Es decir, el padre de los antidepresivos era un medicamento que estaba encaminado a curar la tuberculosis.
Me valgo de estos ejemplos para ilustrar que aunque un fármaco lleve una etiqueta no significa que sea el único uso que se le pueda dar. Es por ello que los antidepresivos se utilicen en diversos padecimientos como trastornos de ansiedad, trastornos del control de los impulsos, cefaleas crónicas como la migraña, dolor neuropático (por ejemplo, el generado por la diabetes), etcétera. En ocasiones es necesario hacer un uso de varios psicofármacos que pertenecen a varias clasificaciones, así que no se alarme si su psiquiatra le indica tomar un antiepiléptico o un antipsicótico; no quiere decir que usted tenga epilepsia y esté psicótico, simplemente quiere decir que esos fármacos tienen alguna cualidad que podrían ayudar en el control de sus síntomas.
Este tema se aborda también en "Entendiendo a los Medicamentos Psiquiátricos"
“A ESTAS PASTILLAS YO LES TENGO MUCHA FE, YO SÉ QUE ME VAN A CURAR”
Me he encontrado con agradables señoras de edad avanzada que le atribuyen efectos muy benéficos a los medicamentos que consumen. Definitivamente, mantener una actitud positiva hacia el tratamiento farmacológico es muy útil e influye para bien en la relación médico-paciente y en el éxito terapéutico. Sin embargo, es importante dimensionar de manera realista el impacto que los psicofármacos tienen sobre los padecimientos mentales.
Sería absurdo afirmar que la aparición de estos padecimientos se debe exclusivamente a factores biológicos y que con los psicofármacos se logrará una “curación” de los padecimientos. Es necesario señalar que la enfermedad mental es el resultado de una suma de varios factores en los que el componente biológico tiene una determinante participación. Es por ello que cada caso es único y en cada paciente, el médico debe tener la destreza de identificar cuáles son los factores que con mayor peso determinan la enfermedad. También es importante aclarar cuáles son los alcances del uso de los fármacos para no generar una expectativa irreal del desempeño de los mismos. El psiquiatra debe informar muy bien al paciente y familiares qué rol juegan los psicofármacos en el tratamiento de su padecimiento. En conclusión, el uso de los psicofármacos es parte de una serie de intervenciones complementarias en las que se involucran varios profesionales de la salud además del médico psiquiatra.
Escrito por el Dr. Jorge Mérida Puga
Jorge Mérida es un profesional de la salud mental con experiencia en la atención de personas con adicciones (consumo de alcohol, tabaco y otras drogas). Con una visión integral, te ayudará a entender las implicaciones cerebrales, familiares y sociales relacionadas con estos padecimientos.
Por otro lado, Jorge tiene amplia experiencia en intervenciones para el bienestar de las personas en su trabajo. Aborda el estrés laboral de manera amplia para apoyarte a desarrollar estrategias que impactan en tu salud y satisfacción laboral.